XVII
Hoy la tierra y los cielos me sonríen,
hoy llega al fondo de mi alma el sol,
hoy la he visto..., la he visto y me ha mirado...,
¡hoy creo en Dios!
Haremos su análisis externo e interno, con su resumen y tema. Después trabajaremos las figuras literarias que encontremos en él. Para recordar la métrica, veremos este tutorial:
Para comenzar con la creación poética, vamos a conocer los Haikus y caligramas:
Y terminamos con las poetas "milenials" de la actualidad (pincha AQUÍ)
Os pongo varios poemas para que los tengáis de inspiración para vuestros caligramas. Podéis investigar poemas de otros autores como Gloria Fuertes, Altolaguirre, Luis Cernuda.... Este de Blas de Otero lo hice yo:
Escribo
en defensa del reino
del hombre y su justicia. Pido la paz
y la palabra. He dicho
«silencio»,
«sombra»,
«vacío»
etcétera.
Digo
«del hombre y su justicia»,
«océano pacífico»,
lo que me dejan.
Pido
la paz y la palabra. BLAS DE OTERO
El mar. La mar.
El mar. ¡Sólo la mar!
¿Por qué me trajiste, padre,
a la ciudad?
¿Por qué me desenterraste
del mar?
En sueños la marejada
me tira del corazón;
se lo quisiera llevar.
Padre, ¿por qué me trajiste
acá? Gimiendo por ver el mar,
un marinerito en tierra
iza al aire este lamento:
¡Ay mi blusa marinera;
siempre me la inflaba el viento
al divisar la escollera! RAFAEL ALBERTI
El mar. ¡Sólo la mar!
¿Por qué me trajiste, padre,
a la ciudad?
¿Por qué me desenterraste
del mar?
En sueños la marejada
me tira del corazón;
se lo quisiera llevar.
Padre, ¿por qué me trajiste
acá? Gimiendo por ver el mar,
un marinerito en tierra
iza al aire este lamento:
¡Ay mi blusa marinera;
siempre me la inflaba el viento
al divisar la escollera! RAFAEL ALBERTI
Me trajo Mara Mori
un par de calcetines,
que tejió con sus manos de pastora,
dos calcetines suaves como liebres.
En ellos metí los pies
como en dos estuches
tejidos con hebras del
crepúsculo y pellejos de ovejas.
Violentos calcetines,
mis pies fueron dos pescados de lana,
dos largos tiburones
de azul ultramarino
atravesados por una trenza de oro,
dos gigantescos mirlos,
dos cañones;
mis pies fueron honrados de este modo
por estos celestiales calcetines.
Eran tan hermosos que por primera vez
mis pies me parecieron inaceptables,
como dos decrépitos bomberos,
bomberos indignos de aquel fuego bordado,
de aquellos luminosos calcetines.
Sin embargo, resistí la tentación
aguda de guardarlos como los colegiales
preservan las luciénagas,
como los eruditos coleccionan
documentos sagrados,
resistí el impulso furioso de ponerlas
en una jaula de oro y darles cada
día alpiste y pulpa de melón rosado.
Como descubridores que en la selva
entregan el rarísimo venado verde
al asador y se lo comen con remordimiento,
estiré los pies y me enfundé
los bellos calcetines, y luego los zapatos.
Y es esta la moral de mi Oda:
Dos veces es belleza la belleza,
y lo que es bueno es doblemente bueno,
cuando se trata de dos calcetines
de lana en el invierno. PABLO NERUDA
un par de calcetines,
que tejió con sus manos de pastora,
dos calcetines suaves como liebres.
En ellos metí los pies
como en dos estuches
tejidos con hebras del
crepúsculo y pellejos de ovejas.
Violentos calcetines,
mis pies fueron dos pescados de lana,
dos largos tiburones
de azul ultramarino
atravesados por una trenza de oro,
dos gigantescos mirlos,
dos cañones;
mis pies fueron honrados de este modo
por estos celestiales calcetines.
Eran tan hermosos que por primera vez
mis pies me parecieron inaceptables,
como dos decrépitos bomberos,
bomberos indignos de aquel fuego bordado,
de aquellos luminosos calcetines.
Sin embargo, resistí la tentación
aguda de guardarlos como los colegiales
preservan las luciénagas,
como los eruditos coleccionan
documentos sagrados,
resistí el impulso furioso de ponerlas
en una jaula de oro y darles cada
día alpiste y pulpa de melón rosado.
Como descubridores que en la selva
entregan el rarísimo venado verde
al asador y se lo comen con remordimiento,
estiré los pies y me enfundé
los bellos calcetines, y luego los zapatos.
Y es esta la moral de mi Oda:
Dos veces es belleza la belleza,
y lo que es bueno es doblemente bueno,
cuando se trata de dos calcetines
de lana en el invierno. PABLO NERUDA
La luna vino
a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira mira.
El niño la está mirando.
con su polisón de nardos.
El niño la mira mira.
El niño la está mirando.
En el aire
conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.
Huye luna,
luna, luna.
Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón
collares y anillos blancos.
Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón
collares y anillos blancos.
Niño déjame
que baile.
Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.
Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.
Huye luna,
luna, luna,
que ya siento sus caballos.
Niño déjame, no pises,
mi blancor almidonado.
que ya siento sus caballos.
Niño déjame, no pises,
mi blancor almidonado.
El jinete se
acercaba
tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua el niño,
tiene los ojos cerrados.
tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua el niño,
tiene los ojos cerrados.
Por el
olivar venían,
bronce y sueño, los gitanos.
Las cabezas levantadas
y los ojos entornados.
bronce y sueño, los gitanos.
Las cabezas levantadas
y los ojos entornados.
¡Cómo canta
la zumaya,
ay como canta en el árbol!
Por el cielo va la luna
con el niño de la mano.
ay como canta en el árbol!
Por el cielo va la luna
con el niño de la mano.
Dentro de la
fragua lloran,
dando gritos, los gitanos.
El aire la vela, vela.
el aire la está velando. FEDERICO GARCÍA LORCA
dando gritos, los gitanos.
El aire la vela, vela.
el aire la está velando. FEDERICO GARCÍA LORCA
que acongojas el cielo con tu lanza.
Chorro que a las estrellas casi alcanza
devanado a sí mismo en loco empeño.
Mástil de soledad, prodigio isleño,
flecha de fe, saeta de esperanza.
Hoy llego a ti, riberas del Arlanza,
peregrina al azar, mi alma sin dueño.
Cuando te vi señero, dulce, firme,
qué ansiedades sentí de diluirme
y ascender como tú, vuelto en cristales,
como tú, negra torre de arduos filos,
ejemplo de delirios verticales,
mudo ciprés en el fervor de Silos. GERARDO DIEGO
Yo, para todo viaje
¿siempre sobre la madera
de mi vagón de tercera?,
voy ligero de equipaje.
Si es de noche, porque no
acostumbro a dormir yo,
y de día, por mirar
los arbolitos pasar,
yo nunca duermo en el tren,
y, sin embargo, voy bien.
¡Este placer de alejarse!
Londres, Madrid, Ponferrada,
tan lindos... para marcharse.
Lo molesto es la llegada.
Luego, el tren, al caminar,
siempre nos hace soñar;
y casi, casi olvidamos
el jamelgo que montamos.
¡Oh, el pollino
que sabe bien el camino!
¿Dónde estamos?
¿Dónde todos nos bajamos?
¡Frente a mí va una monjita
tan bonita!
Tiene esa expresión serena
que a la pena
da una esperanza infinita.
Y yo pienso: Tú eres buena;
porque diste tus amores
a Jesús; porque no quieres
ser madre de pecadores.
Mas tú eres
maternal,
bendita entre las mujeres,
madrecita virginal.
Algo en tu rostro es divino
bajo tus cofias de lino.
Tus mejillas
?esas rosas amarillas?
fueron rosadas, y, luego,
ardió en tus entrañas fuego;
y hoy, esposa de la Cruz,
ya eres luz, y sólo luz...
¡Todas las mujeres bellas
fueran, como tú, doncellas
en un convento a encerrarse!...
¡Y la niña que yo quiero,
ay, preferirá casarse
con un mocito barbero!
El tren camina y camina,
y la máquina resuella,
y tose con tos ferina.
¡Vamos en una centella! ANTONIO MACHADO
Volverán las
oscuras golondrinas
en tu balcón
sus nidos a colgar,
y otra vez
con el ala a sus cristales
jugando
llamarán.
Pero
aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura
y mi dicha a contemplar,
aquellas que
aprendieron nuestros nombres...
ésas... ¡no
volverán!
Volverán las
tupidas madreselvas
de tu jardín
las tapias a escalar,
y otra vez a
la tarde aún más hermosas
sus flores
se abrirán.
Pero
aquellas cuajadas de rocío
cuyas gotas
mirábamos temblar
y caer como
lágrimas del día...
ésas... ¡no
volverán!
Volverán del
amor en tus oídos
las palabras
ardientes a sonar;
tu corazón
de su profundo sueño
tal vez
despertará.
Pero mudo y
absorto y de rodillas,
como se
adora a Dios ante su altar,
como yo te
he querido..., desengáñate,
nadie así te
amará. GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER
¡Quién fuera cometa
y, sube que sube,
el viento me hiciera
llegar a las nubes…!
Vuela que te vuela,
con cuánta ilusión,
luciendo mi cola
multicolor…
¡Qué hermoso sería,
haciendo piruetas,
ver más cerca el cielo!
Y al volver a la tierra,
la nube más blanca
feliz me trajera
para que los niños
jugasen con ella. VICENTA GUERRA CARRETERO